Con el paso de los años se levantaron múltiples fortificaciones para reforzar la vigilancia y la protección del área. A medida que crecían las murallas se iban levantando diferentes bastiones. Por ejemplo, el Bastión de Santa Elena o el Bastión de San Agustín.
Las murallas estaban equipadas con troneras, es decir, respiraderos o aberturas que permitían el acceso de cañones. Por el lado este, la defensa contaba con el Castillo de San Cristóbal. Se trata de la fortificación más grande construida por los españoles en el Nuevo Mundo.
Para rebasar las murallas y entrar a la ciudad, se construyeron tres puertas: la de San Juan; la de San Justo y Pastor; y la de Santiago o Puerta de Tierra, nombre que adquirió en referencia a su ubicación.
San Juan de Puerto Rico se convirtió así en una gran ciudad amurallada. Sin embargo, las obras habían causado la ruina de la misma. Todo el dinero que llegaba de la Corona española se destinaba a fortificar la urbe.
Más allá de las Murallas de San Juan de Puerto Rico
A mediados del siglo XIX la ciudad comenzó a expandirse más allá de los muros. Para ello se demolieron las murallas de la zona este. El 28 de mayo de 1897, la demolición del muro comenzó oficialmente. De esta forma desapareció la conocida como Puerta de Tierra.
Forman parte del Sitio Histórico Nacional y por tanto son Patrimonio de la Humanidad. Se pueden divisar en varias partes del Viejo San Juan, especialmente en la zona oeste. Allí es donde encontraremos el famoso Paseo del Morro. Su camino nos llevará al pie del recinto amurallado. Iremos desde la Fuente de las Raíces hasta el Castillo San Felipe del Morro.
En otros puntos de la isla podremos ver antiguas fortificaciones. Es el caso del Fortín de San Jerónimo del Boquerón.